Jueves 21 de Noviembre de 2024, 03:37 hs.
Noviembre 2024
Jueves 21
03:37 hs.
El ecosistema político actual se ve continuamente agitado por la dinámica de tensión pública y las inevitables críticas que acompañan a quienes asumen roles de liderazgo. Sin embargo, cuando estos conflictos exceden los límites de lo razonable, se corre el riesgo de caer en acciones que ningún código ético debería permitir: involucrar a los hijos de las figuras políticas en ataques orquestados en las redes sociales.
Este sábado, el intendente Walter Vuoto alertó sobre estas situaciones al afirmar en sus cuentas en redes sociales: "Con los pibes y pibas NO". El mensaje denunció el accionar anónimo en redes sociales utilizando a sus hijos para atacarlo de forma indirecta, accionar absolutamente inaceptable estando menores en medio de una tensión política y personal de la cual no son parte.
La política es, por naturaleza, un campo de confrontación de ideas y posturas, pero cuando los hijos de quienes lideran se convierten en instrumentos de ataques en entornos digitales se cruza una línea insostenible. Tengamos en cuenta que los menores son ajenos a las decisiones que sus padres toman en el ámbito público y no deben soportar el peso de las disputas de los adultos. Vuoto ha señalado claramente que "Atacar a mis hijos es inaceptable", destacando la necesidad de proteger a los menores de ser arrastrados a un campo de batalla que no les pertenece.
El incremento de estos ataques personales se ve agravado por el uso de cuentas falsas y la diseminación de fake news. Como sabemos, estas acciones no solo intentan desestabilizar la imagen de los políticos, sino que también generan un ambiente hostil y poco fiable en las plataformas digitales. Anónimas e impunes, estas cuentas trabajan para instalar el odio y la desinformación, debilitando la confianza pública no solo en las redes sociales, sino también en las instituciones democráticas que deberían operar con transparencia y responsabilidad.
En este contexto, es necesario alertar como ya ha realizado este medio que el grooming debe entenderse también como una forma de acoso en entornos digitales con el objetivo de manipularlos y dañarlos, y que este tipo de acciones se encuentran penadas por el sistema judicial argentino.
Sin duda alguna, la bajeza de manipular en forma directa o indirecta la imagen de niños y jóvenes no es otra cosa que aprovecharse de la vulnerabilidad de los menores que no cuentan con herramientas racionales y emocionales para administrar el tipo de contenidos de violencia que se publican en la esfera digital donde toda la sociedad, en mayor o en menor medida, termina utilizando.
De allí que, este tipo de agresiones resalta aún más la importancia de trabajar por entornos digitales administrados con ética y seguridad, donde los menores de edad no sean expuestos a perjudiciales juegos de poder o explotación emocional.
La respuesta del intendente Walter Vuoto, al decidir iniciar acciones penales para descubrir y penalizar a los responsables, es un ejemplo de cómo es crucial enfrentar estas prácticas de manera decidida y legal. No se trata solo de defender el honor y la integridad de los menores expuestos, sino de restablecer un sentido de justicia y decencia en el ámbito público. Al llevar estos casos ante la justicia, se espera frenar la creciente ola de agresiones que, amparadas en el anonimato, acercan el discurso político a un nivel de toxicidad digital imposible de tolerar.
Desde un punto de vista ético, es fundamental subrayar que el ataque a familiares de figuras políticas no es una táctica aceptable ni justificable bajo ninguna circunstancia. Digámoslo sin vueltas: No todo vale.
Independientemente de las diferencias que puedan existir en opiniones o políticas, debemos preservar el respeto hacia la familia, sobre todo hacía los menores que forman parte del entorno de las autoridades y dirigentes políticos . Por esto mismo, los menores, en particular, deben ser resguardados de las consecuencias de los cargos que sus padres ocupan.
El dilema que enfrentamos hoy no es solo político o judicial, sino profundamente moral y comunitario. ¿Qué tipo de sociedad estamos construyendo cuando permitimos que el odio y la desinformación dominen la conversación pública, al punto de involucrar a menores de edad?
Todo debate sobre el uso irresponsable de las redes sociales para atacar y desinformar debe establecerse como crucial y las autoridades junto a la ciudadanía deben comenzar a trabajar conjuntamente para establecer pautas que promueven transparencia, el respeto mutuo y la integridad informativa.
Que este llamado a la reflexión sirva como un recordatorio de que la política puede ser intensa y apasionante, pero nunca debería perder de vista los valores de respeto y humanidad necesarios para la coherencia comunitaria.
Previo a finalizar, debemos insistir que frente las amenazas continuas de la desinformación, el grooming y el ciberbullying debe reaccionarse con firmeza y decisión. En definitiva, toda sociedad debiera proteger lo que de verdad importa: la ética de nuestra conducta pública y el respeto y cuidado hacía nuestras generaciones futuras.
FUENTE: edfm